jueves, 7 de marzo de 2019

Maldito Zeus.









Tienes razón, es cierto.
nunca te he escrito nada.
Tantos años gozando de tu amor
y nunca algún poema
para el alma tan culta
que me cambió la vida.

El problema es que solo
se escribir de verdad cuando me hieren
y no tengo ni idea
de cómo resaltar a verso limpio
a quien tanto he querido
de manera prohibida.
Sí. Hay una mala rima
que no voy a cambiar.
Hoy quería versar de otra manera
pero no es culpa mía,
sino que mi pasión ha sido objeto
de la cruel maniobra
de esa loca ramera llamada poesía.
En fin, vivan las rimas.

Obtuvimos la marca de furtivos
el día en que firmamos nuestro acuerdo.
Quizás fuera
porque empecé a quererte allá en la Habana
bajo el estigma injusto que padecen
los amantes en Cuba
las familias perviven hacinadas
en cuartos
por esas situaciones político inventadas
por los hermanos Castro
uno se ve obligado a quererse en la costa
haciendo que de igual que el diente perro
le lascere la carne o a templar
en un portal inmundo.

Furtivos siempre fuimos
 y por culpa
de esa funesta y puta dictadura
no te dije jamás que eras mi cielo,
mi amor, lo que mas quiero,
mi inmenso gilipollas en un bar o en la calle.

Aunque eso ya no cuenta,
 te lo dije al oído
en todas esas noches tan oscuras
que anduvimos de gira,
en las camas de todos los hoteles,
los testigos
de esta historia de resiliencia dura.


************

            II.

Estoy cansado, amor,
cansado de correr
y de esconderme,
de huir como si fuera
una rata,
un oprobio
un asesino en serie
un cáncer un bandido
una pandemia
que amenaza a la tierra
con cagarle el negocio de la vida.

Qué lo sepas, cabrón,
voy a quererte en Rusia y en Pekín,
voy a gritarlo en Cuba.
Voy a gritar te quiero
aún con un tambor de ochenta balas,
una granada cierta jurando desgranar
su indignación de fémina ultrajada
en mi pecho:
Je t' aime
(bien alto, sí ya lo sé, es muy cursid ecir que te idolatro así, en galés).

¿Qué cojones importa
si te digo te quiero
en cubano, en Francés?
Querías un poema.
Tenías un berrinche garrafal
que retumbaba en Roma
porque yo le escribía poemas a la vida
y a todas las mujeres cercanas a mi lira,
y tú sin tu poema.

Querías un poema por todos los poemas
que no te he dado nunca
desde que he traducido la poética.
Aunque sabes, amor,
un poema
se queda bien cortito
ante todo el amor que te profeso.
Yo te quise, mi bien,
desde la noche aquella
en que Raúl cantó para los dos
tantas gilipolleces
de flechas y de enanos,
de eróticas manzanas
de ángeles, de espadas
de orgasmos y de lobos.
Te miré entre las sombras tan perfecto
cada músculo,
el gesto,
el sudor resbalando por tu pecho titánico
como un arroyo onírico
una quimera roja inalcanzable que invitaba
a sumergir los labios
en el veneno oculto en los guijarros
de su lecho.
«Santa Madonna..., dije,
dios ha enviado a Zeus a matarme,
el mismísimo Zeus en persona
va a partirme en pedazos con su rayo de killer
mi puto corazón de niño malo».

Te quise siempre, caro
desde el difícil día en que dijiste
admítelo, muchacho,
tú no quieres singarte a mi mujer,
quires templar conmigo.
Y yo cargué mi fuerza contra ti.
Te golpeaba en el rostro
y mi sangre y tu sangre inundaban mis manos.
¿Qué esperabas que hiciera, caro Zeus?
Mi cerebro de hombre no entendía
lo que su corazón de bisexual retransmitía.
Y te quedaste allí,
recostado en el suelo
negado a defenderte
con tu cara y tu fuerza
y todo tu intelecto olímpico de Zeus
repitiendo mecánico:
“No luches, Juan, admite que me amas”.

Si aún no sabes eso,
si no sabes el gozo de este amor...
es que no me conoces, “Zeus magnífico”.
Así que no me jodas, por favor,
con esa arenga estúpida
esa memés
de que solo le escribo a las mujeres.

Ya estoy hasta los huevos de escucharte decir
con tu boca de Zeus destructor :
‘valiente decepción,
el mundo entero ostenta al parecer
una dedicatoria de tu parte
en cambio para mí...
Qué decepción de amante, ni un poema’.
¿El mundo entero, dices?
De qué mundo me habla, amado Zeus.
Yo solo tengo un mundo y es usted.

Así que olvida el mundo de las rimas.
Tú me enseñaste que hombre se trata de una tribu
que en lo absoluto caza
con el colgajo hereje
que grita entre mis piernas.
Y no me hagas callar, discreto Zeus.
Ya no soy ese niño. El trofeo
que mostrabas triunfal a tus colegas
es ahora el cabrón
el sodomita que te da por culo por las noches.
Así que no me jodas la movida
y déjame acabar.

Muy bien, terrible Zeus,
aparta ya ese rayo de mis ojos.
Ya tienes tu poema y no pienso escribir,
ni siquiera por ti,
más poesía.
Ya te he dicho, mi vida,
me importan dos pimientos...
(iba a decir pepino, pero no podrá ser porque pepino y dicho riman, ¡hostia puta!)
precisamente, eso es lo terrible
que tiene escribir versos.
Riman por todos lados y no puedo
gozar del privilegio de ser libre.
Yo amo la libertad y no pretendo
seguir con esta vaina de los versos,
cuando lo que yo quiero
es perderme contigo en el misterio,
allá donde no alcancen
ni el odio ni las balas homófobas de nadie.

Y Zeus dirá: adónde.
Dónde quiere marchar
mi niño que ya es hombre.
Dónde quiere marchar
mi condesito noble
mi príncipe de ébano,
ese tritón hijo de la gran puta
al que yo he decretado
con tanto empeño un hombre,
el hombre al que salvaguardé por tantos años
de la ira de dios y de los hombres
que no saben de amor hacia otro hombre.

Dónde quiere marchar mi rey de los geranios,
mi niño que no quiere escribir ya mas cantos.
Dónde quiere vivir:
decíme, niño triste.

Y yo diré seguro contra todo pronóstico:
Donde te dé la gana.
Vámonos rey del cielo
del mundo de los hombres
donde no me interesa ser más hombre.

Pues mira tú por donde,
maldito gilipollas que tanto y tanto amo
desde que soy un niño,
hoy te he escrito un poema.
Aprovéchalo bien, hermoso Zeus
porque no sé hasta cuándo me va a durar, amor
tanta mariconada.


©J. Madison.